miércoles, 8 de enero de 2014

LA SILLA VACÍA

Cada mañana me saludabas
al pasar el auto por aquella esquina.
Sonriendo con una tierna  mirada
¡¡con las manos siempre extendidas!!

Hablábamos sin cruzar palabras.
Con tus ojos así me decías:
¡¡Ayúdame amigo que pasas
sonriéndome al nacer el día!!

Cada mañana tú comenzabas
¡¡Sin importarte si algo decían!!
con oraciones, rezando al alba
pidiendo a Dios su compañía.

Miguel dijiste que te llamabas
al detener el auto aquel día
¡¡juntando nuestras manos al alza
nos fundimos en una bella sonrisa!!

Hablamos un rato de cosas vanas
la procedencia, la vida la familia…
Tus ojos reflejaban la añoranza
de sus manos, palabras y caricias…

Y a así cada mañana que pasaba
con  el auto por esa esquina
más allá de la cómplice mirada
¡¡compartíamos algo más que la sonrisa!!

Una oración que juntos comenzaba
en un mismo sentir que al cielo pedían
mejorar el presente borrando la nada
sentir del prójimo su cercanía.

Pero hoy al pasar por la mañana
solo pude ver el hueco que cedía
el espacio aquel que ocupabas
meditando al comenzar el día.

Recuerdo, así, aquellas palabras
que tu mirada provocaban encendidas…
¡¡regreso a mi país, vuelvo a casa
me espera con inquietud mi familia!!

Así paso, en mi auto, cada mañana
mirando el rincón que aún tenías
y un recuerdo entrañable sacude el alma
viendo allí olvidada, tu silla vacía...

8 de enero de 2014

A Miguel. Una persona sensible y sencilla que compartía con todo el que se paraba  la esencia viva de Dios, por su sencillez y cercanía. Siempre te llevaré en mi recuerdo.


José Antonio Bedmar Redondo

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