Cada mañana me
saludabas
al pasar el auto
por aquella esquina.
Sonriendo con una
tierna mirada
¡¡con las manos
siempre extendidas!!
Hablábamos sin cruzar
palabras.
Con tus ojos así me
decías:
¡¡Ayúdame amigo que
pasas
sonriéndome al nacer
el día!!
Cada mañana tú comenzabas
¡¡Sin importarte si
algo decían!!
con oraciones, rezando
al alba
pidiendo a Dios su
compañía.
Miguel dijiste que
te llamabas
al detener el auto
aquel día
¡¡juntando nuestras
manos al alza
nos fundimos en una
bella sonrisa!!
Hablamos un rato de
cosas vanas
la procedencia, la
vida la familia…
Tus ojos reflejaban
la añoranza
de sus manos, palabras
y caricias…
Y a así cada mañana
que pasaba
con el auto por esa esquina
más allá de la cómplice
mirada
¡¡compartíamos algo
más que la sonrisa!!
Una oración que juntos
comenzaba
en un mismo sentir que
al cielo pedían
mejorar el presente
borrando la nada
sentir del prójimo
su cercanía.
Pero hoy al pasar
por la mañana
solo pude ver el
hueco que cedía
el espacio aquel
que ocupabas
meditando al comenzar
el día.
Recuerdo, así, aquellas
palabras
que tu mirada
provocaban encendidas…
¡¡regreso a mi
país, vuelvo a casa
me espera con inquietud
mi familia!!
Así paso, en mi
auto, cada mañana
mirando el rincón
que aún tenías
y un recuerdo
entrañable sacude el alma
viendo allí
olvidada, tu silla vacía...
8 de enero de 2014
A Miguel. Una persona sensible y sencilla que compartía
con todo el que se paraba la esencia
viva de Dios, por su sencillez y cercanía. Siempre te llevaré en mi recuerdo.
José Antonio Bedmar
Redondo
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