Amanece lentamente la mañana
clareando suavemente el horizonte,
oigo como al oído me llamas
¡¡Tu boca pronuncia mi nombre!!
Se tiñe de azul coloreando el alba
el día nuevo que llega, y repone
las esperanzas que el alma reclama
¡¡Sentimientos que
llenan al hombre!!
Amanece el día y se engalana
vistiendo con sus luces el orbe,
alejando las penas que claman
en los miedos que la noche pone.
Con paciencia cada día allanas
los caminos que el mundo impone,
y en cada rincón que la vida no gasta
sin ser entregada al prójimo, se descompone.
Ojalá Tu llamada soberana
arraigue en mí profunda, y compre
mi vida, que sin ti no vale nada…
¡¡Si Tú cada día no pronuncias mi nombre!!
19 de
julio de 2013
José Antonio Bedmar Redondo
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