Se durmió el sueño sin prisa.
Triste amaneció el
día nuevo.
Tu imagen se fue
entregada
al suspiro del Dios
eterno.
Tu cuerpo sembró
alegría.
Donaste la vida y tu
aliento.
No se encerró la nada
en sueños etéreos de miedo.
Creíste en el Dios de
la vida.
En Sus ojos viste el
cielo.
¡¡ No te engañó la
mirada
del diablo siempre
atento!!
Sabias que en la
entrega
se llega al cielo eterno…
Y tú mirada, ahora compartida,
sigue brillando en
rostro nuevo,
con otras esperanzas
vuela,
¡¡soñando el cielo con
ellos!!
Tu recompensa es bien
conocida,
aunque nos duela saberlo.
Tomada de la mano divina,
mirándonos, mandando un beso.
¡¡Alma generosa que
me cautiva!!
¡¡Vive contigo mi
recuerdo!!
José Antonio Bedmar
Redondo
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